Franco Salcedo. Breve historia de la física. Lima:
Luca Pacioli Presenta. 2025. 152 p.
En
los últimos años la literatura peruana no mimética, contrafáctica o para mayor
comodidad, de narrativa fantástica (que agrupa a muchas otras variantes con sus
propios matices y mezclas) ha sido la más creativa, estimulante y sugerente. Entre
los representantes contemporáneos más “raros” nacidos en la década de los años 70,
podemos mencionar a Alexis Iparraguirre o Lucho Zúñiga con su ficciones fragmentarias
y metatextuales, a Christian Briceño quien narra a partir del humor negro y del
absurdo existencial, tanto como Alejandro Neyra, a Salvador Luis, acaso el caso
más extremo de ficción metatextual y a la vez, pulp; el registro weird y
existencial de Mariangela Ugarelli o la notable y consistente construcción y
diseño de mundos posibles de Victoria Vargas Peraltilla, entre muchos otros. Se
trata de una línea más experimental que considera la forma literaria como uno
de sus principales intereses. Es claro que también hay otra línea más clásica o
tradicional (y no por ella menor, o de baja calidad) que narra ficciones
fantásticas desde un registro más convencional, apelando a tropos, códigos que no
solo funcionan dentro sus mundos posibles, sino que están tan bien utilizados
(casos como los de José Güich, José Donayre, Carlos Carrillo, o Daniel Salvo,
entre muchos otros pueden ejemplificar lo anterior, y curiosamente, nacen antes
de 1970, es decir , la experimentación parece pertenecer más a los “hijos del
terror”, cfr. Honores 2024), aunque también hay excepciones como la de Miguel Ángel Vallejo Sameshima. Y también hay una tercera línea, dentro de la
forma, cuyos modelos se basan más en la tradición oral, también efectivas. Muchos
de los narradores regionales tienen esta impronta, aunque
siempre hay excepciones, que pueden ubicarse tanto en la segunda como primera
línea. Ninguna es necesariamente mejor que otra, pero sí podemos afirmar que apelan
o se dirigen a públicos distintos. Es claro que la novela de Franco Salcedo (Chincha,
1974), quien estudió Lingüística y Literatura en la PUCP, se inscribe en la primera
línea, de corte experimental.
En la tradición local ha habido casos
anteriores en lo que he denominado como un estilo “lírico-digresivo” (cfr. Honores,
Narrativa del caos, 2013), que, partiendo de los modelos de Borges o Cortázar, han
desarrollado una obra en la que la subjetividad del punto de vista puede crear
efectos fantásticos en la narración. Modelos emblemáticos en esta línea son los
maestros Harry Belevan y Carlos Calderón Fajardo.
Breve historia de la física tiene una
estructura fragmentaria que establece vasos comunicantes entre sí. Se trata
fundamentalmente de dos mundos que convergen (aunque podrían ser más de dos),
con dos historias en corren en paralelo y que a la vez se van deformando, es
decir, los personajes centrales (en apariencia) cambian ligeramente de nombre,
las escenas parecidas se repiten. Hasta la última sección, el lector no sabe concretamente
cuál es el mundo real y cual el espejo deformado de esa misma realidad. A ello
se suman los diversos puntos de vista que ofrecen versiones diversas sobre un
mismo acontecimiento. Incluso algunos eventos no son radicales, y hay espacio
para la especulación y la interpretación. Nadie es bueno o malo. Si hay algo en
común es que todos van a desaparecer por la colisión de un meteorito contra la
tierra.
Este motivo clásico de la CF apocalíptica
se ha trastocado en ficción paranoica. En “El día trágico” (1910) Clemente
Palma ya ofrecía un escenario apocalíptico y posapocalíptico en el que el
planeta terminaba por sucumbir ante la llegada del cometa Halley. Si bien el
referente está muy alejado de Breve historia de la física, hay un
impulso distópico común. Pero no son las películas de catástrofe tipo Impacto
profundo (1998) o Armagedón (1998), claros blockbusters que estaban
en sintonía con el miedo milenarista, sino otras más cercanas a las teorías de
la conspiración como No mires arriba (2021) y sobre todo Melancolía
(2011) de Lars Von Trier, que se cita en la propia novela de Salcedo. Quienes conocen
Melancolía saben que es más un drama existencial, agónico, con familia
disfuncional como personajes centrales y con cierta histeria femenina. Hay algo
de eso en la novela de Salcedo, sobre todo lo que podríamos denominar también
como ficción paranoica, que tiene en Philip K. Dick a uno de sus modelos, que
también se ve reforzada por el constante consumo de drogas de los personajes.
Otro aspecto sustancial es la
fantasía y el plano onírico. Sobre esto último resulta extraño que esta
dimensión de lo real haya sido muy poco explorada desde la ficción local.
Podemos mencionar Somnifobia (2024) de Mauricio R. Ganoza, un thriller
en el que se superponen los estados de vigilia y de sueño de modo permanente; y
Oniros (2025) de Raúl Quiroz, que ofrece también esta oscilación. El punto
central es determinar quién sueña a quien, que podría ser una primera línea de
interpretación, o en otras palabras, qué mundo absorbe al otro (como en Melancolía).
Hay dos personajes centrales: Franco, que en otro capítulo es Frank, y Diana-Ximena.
No se sabe quién es la fantasía de quién, de si Diana es el sueño de Ximena, o
de si esta es solo su “amiga imaginaria”. Como vemos es muy borgeano el asunto.
En el caso de Franco-Frank vive una
relación de pareja con Mariana, en crisis permanente porque Franco, según el estándar
social, no ha madurado, por ello se “evade” a través de los amores con
adolescentes a quienes tiene a su cargo como profesor de colegio. A su vez,
esta elaborando un videojuego llamado “El enemigo” que puede sintetizar la
novela de Salcedo, ya que trata sobre “la existencia de una organización
clandestina, dedicada a solucionar problemas de índole mundial, a la par, se
desarrollaba una historia de espionaje, en donde la búsqueda de un ajedrecista
parece ser la solución para salvar el planeta” (38).
Diana-Ximena es amante de
Franco-Frank y al parecer debe continuar con Franco para evitar el choque con
el asteroide.
En otro momento se desliza la idea
de que existen dos realidades, y como se adelantó, la partida de ajedrez
resulta clave. Esto nos lleva a la segunda parte de la novela centrada en el
ajedrecista ruso Alexander Alexei, quien es raptado y luego asesinado en un
manicomio en Lima, mientras se ven enfrentados tanto la Organización como la
Disidencia. La Organización es un grupo que tiene el control y vigilancia del
planeta, mientras que la Disidencia es una facción surgida la Organización que
la subvierte, en un juego de espionaje, contraespionaje y teorías de la conspiración.
En la tercera sección irrumpe este
otro Frank, ya no profesor de colegio, sino escritor y profesor universitario. Escribe
una novela de CF llamada “El enemigo”, pero tiene problemas dado que
constantemente interrumpe la narración con una breve historia de la física, que
también se desarrolla en la novela de Salcedo. Podemos decir que Frank es en
este juego de espejos y de posibilidades alternas, el alter-ego del Franco de
ficción y del propio Salcedo real. Frank es la fantasía de Franco, quien se queja
constantemente de su situación laboral y aspira a enseñar a nivel
universitario. En estas alocuciones hay también símiles entre la física y el
sexo, entendido como dos cuerpos que chocan entre sí (las posibilidades son
infinitas, dado que es un encuentro material violento). El acto sexual es la
colisión de dos cuerpos tan semejante a la colisión futura entre el meteorito y
la tierra. En esta sección se descubre que es Ximena quien tiene esta “amiga
imaginaria” (de la primera sección, que creíamos autónoma). Incluso se afirma: “Debo
existir porque sirvo de puente entre esta realidad y la otra” (118).
Las teorías del big bang que se
aluden en la novela son metáforas para sugerir que de la destrucción y choque
violento puede surgir la creación, y la vida misma. Asimismo, esta doble vida o
las relaciones “paralelas” de Frank (y de otros personajes) parecen justificar
la posibilidad de que un sujeto pueda vivir en dos mundos (ojo, no estoy
justificando la infidelidad para experimentar los multiversos). Quizás sea oportuno
recordar ficciones como Identidad (2003) o El número 23 (2007)
que también hablan de la paranoia.
En la sección cuatro ofrece una
última escena en la que el otro mundo alterno de Ximena se disuelve. En el
epílogo, Ximena vuelve a su realidad, pero de manera circular, porque todo lo
narrado previamente ha sido solo un anticipo de lo que vendrá, y de lo que nos
espera al final de la existencia mortal.
Breve historia de la física puede
considerarse como ficción paranoica, acerca de lo que es y no es, que convergen
en diversos planos de realidad, distorsionándola y ofreciendo al lector (y a
sus personajes) otros mundos. Por momentos es lyncheano, philipkdickiano, por
otro, desarrolla serias disquisiciones sobre teorías sobre la física, y en
otros pasajes es mucho más carnal (con una fijación por las relaciones sexuales
contranatura, por cierto), usted elige cuál es el multiverso que desea habitar,
en el que la narración nunca es lineal y más bien las realidades se superponen
y el tiempo es circular.
Referencias:
Honores, E. (2013). Narrativas
del caos. Lima: Cuerpo de la metáfora.
Honores, E. (2024). “Bicentenarios:
entre celebraciones y crisis (1980-2021). En: Fantasías nacionales.
Lima: Vida múltiple [en línea]
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San
Marcos
