Jim
Rodríguez. Apokhalipzis. La máquina del tiempo.
Lima: Altazor. 2015. 286 pp.
El efecto Star Wars
(SW) y de la cultura de masas norteamericana, así como del anime japonés es
clara en la nueva promoción de autores peruanos de CF del nuevo milenio (cfr. “La
fantasía atemporal en la narrativa fantástica peruana contemporánea”, Hispanorama 139, Nürberg-Alemania, 2013:
27-32). En esta línea se inscribe la opera
prima de Jim Rodríguez (1976).
Con anterioridad se han detallado las características de
la novela. Benjamín Roman sostiene que hay influencia en la novela Apokhalipzis de “los cómics y los
dibujos animados, incluyendo el manga. Por ejemplo, podemos percibir la
influencia de la factoría Marvel y su fuerza cósmica, Galactus. También de Dragon Ball, sobre todo en la
transformación de los personajes en seres cada vez más poderosos”. Mister Salvo
sostiene que el autor “muestra una imaginación exuberante. El universo que ha
creado tiene una variedad y complejidad que en ocasiones abruma al lector, pues
tras un prodigio sucede otro. Es el caso, por ejemplo, de las armaduras
especiales desarrolladas en un planeta, capaces de fusionarse con su portador,
o la creación de una fortaleza denominada Fortaleza de Cristal, por su
capacidad de absorber y proyectar luz en forma de energía”.
La novela se divide en dos partes. La primera está
dominada por la space opera, ya
anotada en otro comentario (los piratas espaciales, el racismo -las diferentes
razas que pueblan en universo-, las batallas espaciales y la política
colonial). En este caso se trata de dos fuerzas, La Unión (El Bien) una institución
que agrupa a una serie de planetas por vínculos comerciales y el Imperio
Anethza (El Mal) que solo buscan apoderarse del universo. Esta es la sección en
el que la lucha por el poder, y la secuencia de acciones militares, serán
constantes. La novela da un giro hacia la mitad cuando se introduce la máquina
del tiempo y el universo terrestre, lo cual es un acierto dentro de la
narración.
Se espera de la nueva entrega mucho más dramatismo, mayor
profundidad psicológica de los personajes y menor esquematismo en las acciones
bélicas. Pero finalmente, es el escritor el único responsable de sus ficciones.
Elton
Honores
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos