sábado, 6 de agosto de 2011

Jorge Casilla. El libro de los pájaros negros. Lima: Casatomada, 2011. 90 pp.

Jorge Casilla. El libro de los pájaros negros. Lima: Casatomada, 2011. 90 pp.

Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *

Todos los autores de libros de ficción crean e inventan a sus “padres” literarios, sus propias influencias, cuando una “tradición” –como la fantástica– es más o menos desconocida. Consciente o inconscientemente se van insertando en alguna u otra tradición (narrativa andina, realismo urbano, fantástica,…). Unas son más prestigiosas para los críticos, en un espacio/tiempo específico; otras son marginales, atemporales, anómalas o extrañas al común denominador, a la tendencia “dominante”. Así, toda tradición es también una “construcción”.

Jorge Casilla (Lima, 1982) publica su opera prima El libro de los pájaros negros, un libro de once relatos dividió en tres secciones. A primera vista destaca su carácter anómalo, alejado de los hoy cánones temáticos dominantes (conflicto armado interno; representación de los conflictos y dilemas de la burguesía), que son –“aparentemente”– los “realistas”. Es evidente que en los cuentos de Casilla podemos observar una obsesión lo morboso, lo anómalo y lo enfermo, al modo de los narradores decadentistas del XIX o por lo “freak”. No es extraño que sea lector de Poe, de Clemente Palma, así como de los poetas malditos del simbolismo francés (Rimbaud y Baudelaire). Pero también destaca la enorme influencia de H. P. Lovecraft: algunos relatos aluden al libro maldito del Necronomicon.

Muchos de los personajes están marcados por la obsesión de venganza, por la idea de hacer el mal como en “Los canastos”, además de ciertas reminiscencias al universo erótico de “La granja blanca”, ambos relatos de Clemente Palma. Sus personajes son violentos. En algunos casos es “justificada”, pero compromete un dilema moral, es decir que la obtención de la “justicia” personal no cierra ni clausura las acciones sino que abren nuevas posibilidades. Es, en ese sentido una metáfora de la violencia cotidiana, “normalizada” por muchos. Es el caso del segundo cuento titulado “Los violadores”, que recuerda en algo al mundo de los bajos fondos de Los olvidados de Luis Buñuel. Se trata de un cuento más cerca del realismo sucio, en donde la víctima es una mujer, con lo cual cae también en cierto clisé, pues la ideología patriarcal parece imponerse. Sin duda es un cuento muy polémico, que recuerda al punto de vista de algunos relatos de Para tenerlos bajo llave de Carlos Carrillo o alguno de Bukowski.

Otros cuentos “realistas” como “Cuestión de lógica” o “Perro muerto” parten de situaciones cotidianas que el autor ha ficcionalizado. Si bien todo puede ser literaturizable (ya lo ha demostrado José Donayre en la imperdible La descarnación del verbo), la anécdota parece no ser suficiente para validarla. En ellos nuevamente lo cruel aflora. “Harumi y el perro” y “Sol” son cuentos ambientados en Oriente y presentados como manuscritos “traducidos”. Son textos que resultan interesantes porque abren influencias poco frecuentadas en nuestra literatura como Murakami, Mishima, Oé o Kawabata [comunicación personal con el autor]. Son textos caracterizados por el desencuentro amoroso.

“Fauno” y “Soledad perdida” son relatos que encajan en lo extraño, tienen apariencia de fantásticos, pero abren posibilidades de interpretar los eventos imposibles como “realistas”. “Fauno”, parece ser un cuento que encaja dentro de la literatura de drogas. Es por ello que la transformación del personaje en “Fauno” para explicarse por la ingesta de alcohol y droga. En “Soledad perdida” las pruebas fácticas del evento imposible (la ausencia de un personaje que él cree haber conocido y “amado” que luego desaparece sin aparente explicación) parecen apuntar a la locura del personaje.

Así llegamos a los cuentos propiamente fantásticos: “El libro de los pájaros negros”, “Testigo ciego”, “Edificio” y “El proyecto”. De los cuatro, “El proyecto” es el más débil. Narra la historia de una pareja que tiene como hijo a un can y éste es aceptado como tal. Nuevamente lo anómalo aflora. Es sin duda, un cuento con un evento chocante propio del cine de serie B o Z.

En “El libro de los pájaros negros” un despido injusto hace que la vida del personaje central se desestructure. Tras la lectura de un libro prohibido al modo del Necronomicon éste termina convirtiéndose en un monstruo (una suerte de cuervo negro de tamaño humano), en busca de venganza. Podríamos pensar en toda la tradición narrativa sobre monstruos y sus metamorfosis, pero no en la inusitada influencia de Manuel Scorza de El cantar de Agapito Robles, cuyo personaje tiene la facultad de transformarse y que sirvió de punto de partida para este personaje [comunicación personal con el autor]. Allí hay también una línea poco explorada que se abre como posibilidad para generar una literatura fantástica local.

“Edificio” es un cuento en donde asistimos al desdoblamiento del personaje. Se trata –como veremos al final– de la voz narrativa del fantasma, al modo de films como Los otros o Sexto sentido. El trasvase entre ese orden imposible (el mundo de los muertos) y la conciencia de “estar muerto” se da de modo sutil. El cuento tiene además juegos espaciales interesantes (arriba, abajo). Cuando el personaje es consciente de su nuevo estado, descubre finalmente la razón por la que no podía bajar del ascensor: sabe que su destino no era dirigirse hacia arriba sino hacia abajo (es decir, al infierno).

Finalmente llegamos a “Testigo ciego”, el mejor cuento del libro. Contundente, con un final abierto que no resuelve el hecho imposible ni lo racionaliza, planteado como una suerte de policial, en donde se busca explicar la presencia de un héroe que hace justicia de modo brutal. Espacialmente, los personajes interrogan al llamado testigo ciego sobre acciones ocurridas hace ya muchos años y por la voz de éste es que los policías van reconstruyendo las acciones del presente, ya que tiene parecido con aquella. El personaje denominado como “El del traje” (que parece ser el del primer cuento que da título al libro) tiene posibilidades para convertirse en protagonista de una serie de relatos o quizás de una novela. Su carácter misterioso es demasiado sugerente.

Sin duda, El libro de los pájaros negros es un libro poco complaciente que se asienta en una vieja tradición estética de perturbar al lector. En algunos casos lo logra del todo; en otras, sorprende. Esperamos que los rasgos positivos destacados del autor se reafirmen en un segundo libro, con un mayor poder para simbolizar nuestros propios miedos individuales y colectivos.

Elton Honores
Universidad San Ignacio de Loyola