sábado, 22 de noviembre de 2025

Sarko Medina Hinojosa. Alasitas. Arequipa: Aletheya, 2024. 88 p.


Sarko Medina Hinojosa. Alasitas. Arequipa: Aletheya, 2024. 88 p.

 

Alasita alude a una feria de juguetes y objetos en miniatura que simbolizan deseos individuales. Sarko Medina (Arequipa, 1978) retoma este concepto y ofrece un estupendo libro de microrrelatos, cuyo formato físico es también singular, dado que es también un minilibro de bolsillo. Quedan claras la influencias, grosso modo, de dos autores: Gabriel García Márquez y Stephen King.

Tengo la impresión que el “boom” del microrrelato en Perú tuvo su mayor momento de producción antes de la pandemia. En la década del 2010 se lograron publicar varios libros en esa impronta. Ahora, medianamente asimilada por parte de la crítica, y a la vez cuasi residual (en número de libros publicados), ofrece libros mucho más potentes.

El libro de Medina tiene varios méritos: ampararse en la tradición local para ficcionalizar, tanto en términos, lenguaje, hábitos, o referentes locales, lo que le da un plus al libro, el trabajo de lo oral, la jerga de la calle, la ambigüedad del propio lenguaje juega muy a su favor, sobre todo cuando quiere sorprender al lector con ese contraste irónico entre el título y el contenido del texto. Pero no se queda solo en lo local, sino que tiende a contarnos historias que traspasan las fronteras y que son también globales. Muchos de los personajes buscan una venganza personal.

Uno de los rasgos más claros del tiempo contemporáneo es la violencia urbana y Medina trata esto no desde los códigos miméticos del realismo a rajatabla, sino a través de lo insólito, con guiños a lo fantástico. Es decir, no es un “reflejo”, al contrario, es metafórico, poético, artístico, y también contiene mucho humor negro: Medina es políticamente incorrecto.

También destacan sus personajes femeninos fantasmales. Son entes que regresan a la vida de los vivos para -desde sus afectos- seguir torturando a sus antiguos amantes. Es una visión terrorífica y hasta pesimista del amor, más aún porque el último cuento es tan breve y sobre este tema: el amor es un gran cuento. Si el amor es tan falso e irreal, sirve solo como ilusión, como compensación al horror de la vida cotidiana. En “Hasta que la muerte”, Adolph escribía que el amor eterno de personajes inmortales sería simplemente insoportable.

Otro aspecto que se destaca es el hambre, que no solo es físico y que remite a escenarios de pobreza extrema o de crisis, sino hay textos que dan un giro hacia lo distópico, sea porque se trata de un escenario zombi, o porque los humanos del futuro se han convertido en caníbales.

Temas como la IA, o la CF, se mezclan con desparpajo con el calentamiento global, con la venganza, o el racismo, con sicarios o zombis. Medina sale siempre triunfador en estos textos -no tanto sus personajes, que mueren, o están a punto de ser devorados por la “realidad”. Estamos condenados a eso.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos