Sarko Medina Hinojosa. Alasitas. Arequipa: Aletheya, 2024. 88 p.
Alasita
alude a una feria de juguetes y objetos en miniatura que simbolizan deseos
individuales. Sarko Medina (Arequipa, 1978) retoma este concepto y ofrece un
estupendo libro de microrrelatos, cuyo formato físico es también singular, dado
que es también un minilibro de bolsillo. Quedan claras la influencias, grosso
modo, de dos autores: Gabriel García Márquez y Stephen King.
Tengo la
impresión que el “boom” del microrrelato en Perú tuvo su mayor momento de
producción antes de la pandemia. En la década del 2010 se lograron publicar
varios libros en esa impronta. Ahora, medianamente asimilada por parte de la
crítica, y a la vez cuasi residual (en número de libros publicados), ofrece
libros mucho más potentes.
El
libro de Medina tiene varios méritos: ampararse en la tradición local para
ficcionalizar, tanto en términos, lenguaje, hábitos, o referentes locales, lo
que le da un plus al libro, el trabajo de lo oral, la jerga de la calle, la ambigüedad
del propio lenguaje juega muy a su favor, sobre todo cuando quiere sorprender
al lector con ese contraste irónico entre el título y el contenido del texto. Pero
no se queda solo en lo local, sino que tiende a contarnos historias que
traspasan las fronteras y que son también globales. Muchos de los personajes
buscan una venganza personal.
Uno de
los rasgos más claros del tiempo contemporáneo es la violencia urbana y Medina
trata esto no desde los códigos miméticos del realismo a rajatabla, sino a
través de lo insólito, con guiños a lo fantástico. Es decir, no es un “reflejo”,
al contrario, es metafórico, poético, artístico, y también contiene mucho humor
negro: Medina es políticamente incorrecto.
También
destacan sus personajes femeninos fantasmales. Son entes que regresan a la vida
de los vivos para -desde sus afectos- seguir torturando a sus antiguos amantes.
Es una visión terrorífica y hasta pesimista del amor, más aún porque el último
cuento es tan breve y sobre este tema: el amor es un gran cuento. Si el amor es
tan falso e irreal, sirve solo como ilusión, como compensación al horror de la
vida cotidiana. En “Hasta que la muerte”, Adolph escribía que el amor eterno de
personajes inmortales sería simplemente insoportable.
Otro aspecto
que se destaca es el hambre, que no solo es físico y que remite a escenarios de
pobreza extrema o de crisis, sino hay textos que dan un giro hacia lo
distópico, sea porque se trata de un escenario zombi, o porque los humanos del
futuro se han convertido en caníbales.
Temas como
la IA, o la CF, se mezclan con desparpajo con el calentamiento global, con la
venganza, o el racismo, con sicarios o zombis. Medina sale siempre triunfador
en estos textos -no tanto sus personajes, que mueren, o están a punto de ser
devorados por la “realidad”. Estamos condenados a eso.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
