martes, 18 de noviembre de 2025

Salvador Luis. Tercer cofrecillo. Lima: Casatomada, 2025. 203 p.

 

Salvador Luis. Tercer cofrecillo. Lima: Casatomada, 2025. 203 p.

Con esta tercera entrega, Salvador Luis Raggio Miranda (Lima, 1978), cierra (esperemos que no) el ciclo de narraciones breves y raras, de notable factura titulada como “cofrecillos”, nombre de impronta arabesca que propone revisar los tesoros literarios más exquisitos de su pluma. Es, como se señala en la contra, una obra en prosa, lo que lleva al lector a cierta dimensión subjetiva y lírica de mirar la realidad a partir de personajes introspectivos, cuya forma narrativa está marcada por el fragmento posmoderno.

La primera parte titulada “Una absurda y obscura potencia” incluye una serie de formas asociadas al cuento en el que irrumpen cuerpos torturados por experimentos científicos, las fantasías de un serial-killer, la materialidad corporal, una casa que es a su vez una especie de videojuego mortal, personajes suicidas, o el policial paródico que rinde homenaje a El túnel de Sábato. Tanto en este último (“Algo acerca de un edificio de apartamentos”) como en la casa videojuego (“Inmortal Heroine 12”), la casa cobra una función especial, que nos remite sobre todo a “La casa” del genial Adolph, en el que un individuo se va disolviendo lentamente en la nada como en una pesadilla kafkiana. En los dos cuentos de Salvador, la casa es un agente mortal, sea tanto en su materialidad física como en su simulación de la vida. También es posible asociarlo con “La casa abandonada” de Levrero (que a su vez dialoga con el clásico “Casa tomada” de Cortázar), el otro gran raro latinoamericano junto a Adolph de la literatura de los años 60 y 70.

La segunda y tercera sección son dos nouvelles. “Roderick en la niebla” es una narración delirante acerca del multiverso, de un personaje de nombre poeiano, con múltiples intertextualidades al cine y a la cultura de masas. El narrador es también una suerte de demiurgo lyncheano.

En “A quien oiga esta voz” se habla de una guerra extraña y absurda cuyo escenario puede ser parte de The Twilight Zone como de 2001 de Kubrick. Demás está decir que este cuento tiene conexiones con “Los pilotos del templo de piedra” (Stone Temple Pilots, en inglés) del siempre genial José Güich, quizás porque parte de los mismos referentes culturales.

A estas alturas, decir que Salvador Luis es raro o “weird” creo que resulta insuficiente, busquemos un mejor adjetivo que dé cuenta de lo raro y lo espeluznante de sus narraciones, de sus personajes solitarios, de los juegos de palabras, y de esa mezcla tan singular entre Borges y Lynch.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos