Carlos
de la Torres Paredes. Herederos del cosmos - Los viejos salvajes. Lima: La
nave, 2015. 154 pp.
Los
viejos salvajes de Carlos de la torre irrumpe en el panorama local en el año
2012 al ser finalista del IV Premio de la CPL. Su presencia resultó insólita
teniendo en cuenta que la corriente principal o “mainstream” nunca estuvo
interesada en la CF, menos aún la narrativa de aventuras. Las aventuras o bien
se instalaron en el medio local a través de las historietas y comics en los
años 50 o bien surgió desde una narrativa épica ligada a las reivindicaciones
de los movimientos campesinos (casi siempre condenadas al fracaso), pero no
desde códigos de la CF o de lo fantástico. Excepciones son los casos de José
Estremadoyro en Glasskán o José
Adolph en la magistral Mañana, las ratas.
Lo que hoy acontece es, sin duda, un fenómeno generacional y a la vez global.
Una generación de escritores que influenciados por el mundo del cine, los
juegos de rol y videojuegos, producen sus ficciones desde estos paradigmas. Esto
nos lleva a reflexionar sobre una cuestión previa: el carácter de la literatura
como entretenimiento. Para muchos, la literatura no debe entretener, es una
función menor, secundaria de la literatura como arte, pues hace de aquella algo
evasivo. Pero nada se construye ex nihilo,
es decir, nada se crea de la nada, menos aún en literatura.
Es
difícil saber cuál será el futuro de un escritor novel, con una opera prima, aunque el autor ha
publicado ya dos textos más que forman otra saga: Campos de batalla (2013) y
Cuando la sangre importa (2015). Sin embargo, Los viejos salvajes obtuvo
críticas positivas. Por ejemplo. Benjamín Roman (2013) sostiene que es una
novela de “[…] ciencia ficción-terror-aventura […] [con personajes] Humanos con
reacciones psicológicas extremas, posesos cuyas mentes no diferencian su
realidad con la realidad, canibalismo, parafilias. Implacables ataques
organizados de una especie alienígena contra los humanos”. El gurú de la CF
peruana, el faraón Daniel Salvo (2013), sostiene que en la novela “[…] la
humanidad galáctica ya no está integrada solamente por descendientes de
anglosajones, sino por representantes de un mundo que en realidad es más
diverso de lo que se pensaba. Tanto es así, que no existe una sola entidad
política que represente a los humanos, sino varias, una de ellas, descendiente de
nuestra propia cultura latina. Y es justamente este eterno intercambio/choque
entre culturas el origen de varias de las subtramas del libro, Parece que los
seres humanos siempre nos estaremos enfrentando a los peligros de lo
desconocido, y también, entre nosotros mismos”.
Igualmente,
Tanya Tynjälä (2015), establece relaciones con dos clásicos de la CF: “Solaris
de Stanislaw Lem o Alguien Mora en el Viento, del chileno Hugo Correa. En
efecto al igual que en las novelas nombradas los personajes de los Viejos
Salvajes se enfrentan con una entidad que les hace toma conciencia de sus
limitaciones antropomórficas y que lleva al lector a cuestionarse el
significado de la naturaleza humana, de la solidaridad, de la fidelidad de las
relaciones y más profundos sentimientos del hombre. Pero si en Solaris la
“entidad” enfrenta a los personajes con sus culpas y en “Alguien Mora en el
Viento” le hace entender su absurda soberbia, en la obra de Carlos de la Torre
Paredes, esta entidad toma la forma de los más oscuros sentimientos del alma
humana para así llevarla a su propia aniquilación”.
Hasta
aquí observamos que la recepción de la novela es básicamente producida por
narradores. No existe aún un aparato crítico permanente que procese esta variada
producción que cada año aumenta. A lo ya dicho en una reseña anterior (ver blog
“Iluminaciones”) solo agregaré un par de reflexiones que surgen de esta nueva
lectura, al modo de glosa: hay un futuro implícito en la novela. En ese futuro
todavía pervive el conflicto entre la civilización y la barbarie. Ser
civilizado significa estar dentro del sistema, estar integrado al orden; mientras
que lo bárbaro supone vivir fuera del sistema, al margen, en la anarquía.
Evidentemente los personajes, los “viejos salvajes” viven des-integrados al
sistema. Solo viven para la aventura militar-violenta. Las únicas fantasías que
aparecen como flashes son las de dejar esa vida para formar una familia con
alguna mujer latina. Y aquí encontramos un problema: la mujer. Las mujeres no
aparecen en la novela ¿pero, tendrían que hacerlo? Desde el presente
extratextual, esos cambios (mayor participación de la mujer en las esferas de
lo público) son necesarios. Pero en este futuro, estas demandas se suspenden
(no hay lucha de clases, ni racismo). La realidad se uniformiza, se homologa.
Todos están conectados en una globalidad, que mantiene la tradición. Cuando es
mencionada la mujer o es un objeto sexual, o debe cumplir la función de madre o
incluso es objeto alimenticio por un rito caníbal (algo muy real y que algunas
personas todavía piensan así, por ejemplo, los golpeadores que adornan los
programas de tv. de entretenimiento local). El narrador no ha inventado nada. Lo
fundamental en las narrativas populares es que recoge un imaginario vigente.
Pero el lector discute ese mismo imaginario. La conclusión es que desde el
punto de vista tradicional, la aventura está ligada al universo masculino, en
ella no intervienen las mujeres o en su defecto, acompañan al héroe, son
objetos de deseo, pero no sujetos que buscan.
A
nivel formal la novela se construye sobre la base de la estética del
videojuego, con sus victorias que se van acumulando y contando, como puntos o
créditos para seguir subsistiendo, y los seres monstruosos alteridad-oponente a
los que hay que vencer. La vida es entendida como un videojuego en el que hay
que matar para sobrevivir. Y a nivel ideológico, hay una añoranza en estos
“viejos salvajes” que puede sintetizarse en la frase: “todo tiempo pasado fue
mejor”. Entonces, ¿podemos afirmar que la novela es más conservadora y menos
subversiva? Sí. ¿Eso la hace mejor o peor que otras narrativas? Eso depende de
para quién. Son distintos los intereses tanto del lector ideal promedio como de
la minoría selecta que escribe la historia del género.
El futuro que se representa en la novela es
entonces engañoso, pues se suspenden las contradicciones del presente o se
mantienen solo algunas de sus claves: el imperio y la colonialidad, el control
de los cuerpos, el castigo a los que transgreden el orden de cosas. Los viejos
salvajes es una opera spacial que
cumple su función de entretener al lector, llevarlo no tanto a un futuro sino a
un escenario-espacio cerrado, a una nave perdida en el cosmos. Como aventura
cumple con las expectativas del género, pero deja también en suspenso un final.
Se anuncia una saga, una continuación, una serie, un universo, un mundo
posible. Su complejidad dependerá de lo que el narrador desee mostrar-representar,
jamás del lector, menos aún del crítico.
La
principal virtud del autor es la facilidad para contarnos una historia.
Coincidimos con Óscar Cochado (2012) cuando sostiene que: “Los viejos salvajes
es un buen relato de ciencia ficción. El interés se mantiene en todo momento.
Hay un gran conocimiento de las interioridades de las naves espaciales y de su
desplazamiento en el cosmos. La prosa, muy bien manejada, da como resultado una
narración fluida, de fácil lectura”. La novela cumple así con los requisitos
del relato de aventuras de CF y de la literatura de entretenimiento. La
excelente edición de Los viejos salvajes se complementa con las soberbias
ilustraciones de Jhosep Abarca Gómez y Carlos Yáñez Gil que recogen algunas
secuencias de la trama.
Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de
San Marcos