viernes, 26 de julio de 2024

Bruno V. Cueva. Penúltima esencia. Lima: Kaneda, 2024. 205 p.

 

Bruno V. Cueva. Penúltima esencia. Lima: Kaneda, 2024. 205 p.

Bruno V. Cueva (Lima, 1991) es periodista cultural. Penúltima esencia es su opera prima, un conjunto de 10 cuentos de CF. Del prólogo escrito por Alexis Iparraguirre se destaca la vinculación del autor con la CF norteamericana clásica de mediados del s. XX (Clarke, Asimov, Dick, Bradbury), y el uso artístico del lenguaje en este tipo de ficciones; operación poco frecuente dentro del panorama actual, más cercano al lenguaje del best seller (lenguaje simple, frases cortas, mucha acción, poco espacio para la digresión subjetiva). Quisiera detenerme en algunos cuentos para ampliar un poco el registro del autor.

En los dos primeros cuentos, “Penúltima esencia” y “Visitas imposibles en Cambridge”, hay un tono que podríamos denominar  como religioso. Si bien esta influencia puede estar en sintonía con El fin de la infancia de Clarke, y que puede resultar anacrónico pensar en el s. XXI (marcado por el tiempo secular, el feminismo, y la iconoclasia), resulta sugerente este retorno al discurso religioso, no con el fin de subvertirlo o degradarlo (como ocurre frecuentemente en el arte contemporáneo), sino para instalar lo religioso como una utopía positiva (y no como las “utopías” terroristas mesiánicas dementes de los años 80 y 90). Asimismo, el primer relato es claramente adolphiano, en especial con “Nosotros, no”, en el que se plantea una dimensión filosófica sobre la existencia humana. El giro final enmarca la narración en el sentido de los Cuentos malévolos de Palma. El segundo cuento está más orientado hacia la retrotopía desde un futuro lejano en el que nuestro presente resulta mucho más utópico que ese futuro distópico hipertecnologizado. La narración está matizada con la idea de los viajes en el tiempo.

Otra narración de sumo interés es “La tierra hueca”, que está ambientada en Lima. Este relato recoge parcialmente el imaginario catastrófico de ver a Lima destruida (en especial Miraflores), que parece ser una compensación simbólica de los grupos oprimidos o subalternos. La idea de ver a Miraflores (y a Lima) destruida está en los textos distópicos de Gargurevich, Adolph (cfr. Nación fantasma) y Rothgiesser. Hay una clara pulsión de muerte en esta idea extendida. En el cuento de Cueva, el Océano Pacífico ha desparecido y la ciudad soporta temblores de gran magnitud. Entre una mayoría embobada con la IA y las redes sociales (acá llevan otro nombre), los personajes centrales parecen ser los únicos que perciben la crisis. Por momentos parece un sampleo de obras disimiles como La niebla de King, los kaijus japoneses, e incluso Mañana, las ratas, el clásico adolphiano, entre las principales referencias. La explicación del fenómeno se debe a que los humanos al destruir la luna, con fines capitalistas, se ven invadidos por extrañas criaturas lunares de tintes lovecraftnianos que secan el océano para alimentar a sus crías. Si bien hay un nivel de lectura ligado a la CF, consideramos que una lectura social del relato supone también la crítica hacia el capitalismo minero extractivo que contamina el agua, con graves efectos en el ecosistema, además de secuelas como enfermedades o incluso el exterminio de la población local. Es decir, hay una dimensión social de este relato que funciona como la refracción de una realidad muy actual.

Finalmente, el último relato, “Jane”, en donde P. K. Dick se convierte en personaje, tiene claras conexiones con lo hecho por José Güich en sus cuentos, sobre la base de otras figuras como Rod Serling o Ribeyro.

En síntesis, el estilo de Cueva transita entre lo digresivo subjetivo, el extrañamiento del lenguaje, la estética pulp, y la intertextualidad; y a nivel temático, la presencia de razas interplanetarias (que lo liga por momentos a la space opera y a Star Wars). Se trata de una grata revelación para el campo de la CF peruana del s. XXI.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos